domingo, 24 de junio de 2012

Barrenderos de voluntades perdidas


1:17 de la mañana. Dicen que si revelas tus deseos no se cumplen. Dicen que si no los quemas en la noche de San Juan, tampoco. No creo en la superstición. Tampoco creo en la suerte. Ni siquiera creo en mí misma. Por eso, esta noche, he decidido ser cobarde y relegar mi destino en manos de una suerte que no escucha. Soy atea a la fortuna, pido milagros sin unir las manos y rezarle al karma.

1:19 de la mañana. Sigo sin creer en ello.

1:20 Mi habitación está en la penumbra y a través de la ventana abierta penetran las luces dinámicas de los coches que transcurren por la Avenida. Cada vez que se agota la voz de la canción de mi reproductor, escucho el repicar de tacones y zapatos de los transeúntes que, azarosos, se dirigen hacia el corazón de Salamanca para oxigenar sus pulmones, beber y olvidar.

1:22 Dejo de teclear. Mis pulmones naufragan en el contaminado aire del cuarto. Las ventanas abiertas no son suficientes para mitigar esta inseguridad. Frustración. Impotencia. Inanición.

1:23 Un suspiro. Dos instantes. Tres parpadeos. Retomo la tarea y me doy cuenta de que al lado del portátil, sobre los apuntes, reposa ese post-it limonado sobre el que hace ya un rato dejé caer mis últimas voluntades.

1:24 La música se apaga. Durante los cinco segundos entre melodía y melodía, no escucho nada. Se han agotado los pasos. Se me han agotado los suspiros. Standby.

1:25 De nuevo, vuelvo a mirar el post-it. En él, escribí un sueño, una ilusión. Una breve locución de un alma herida, agazapada entre miedos que aún niega a terceras voces. ‘Soy fuerte –piensa- pero aún no lo sé’.

Es la 1:26 de la madrugada y sigo sin creer en mí misma ni en las sentencias de mi alma.

1:27 Tras un rato meditándolo, he decidido que lo haré, lanzaré esa nota inútil por la ventana, para que, aunque no se solucionen mis entresijos, consiga deshacerme de ellos durante unos segundos. Un instante, tal vez, de fingida calma.

He doblado el post-it. Hoy no me sirve la parte adhesiva. No quiero que se adhiera a nada, quiero que vuele, que vuele y que llegue a donde tenga que llegar. Tal vez alguien un día lo encuentre y se dé cuenta de que esos trazos también le identifican. He decidido leerlo en voz alta antes de arrojarlo a la Avenida. Si los dices, no se cumplen. Si no los dices, tampoco.

1:29 Rompamos las reglas.

‘Mi deseo para San Juan este año ya no es la felicidad, sino la madurez que me hace falta para ser feliz. Como nunca se cumple, este año no lo quemo. ¿Eres mi felicidad?’.

Es la 1:30 y ya ha caído, está en el abismo de la acera.


Quién sabe, tal vez aparezca mi príncipe azul. Aunque sea un barrendero. 

1 comentario:

  1. Un papel volador, un deseo no quemado, un príncipe con escoba...Los deseos son fantasías que abarcan demasiado espacio en nuestra CPU.
    Agradecido por tu lectura, seguiré pasando.
    Un saludo.

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