lunes, 27 de febrero de 2012

Desenfocado

         Lunes. Siete de la mañana. Como cada día, el inoportuno despertador canturrea sus características melodías cíclicas a la espera de que le hagas unos coros que nunca llegan. Pum. Manotazo en una de sus sienes campanoides que lo hace callar. Normalmente, esto viene acompañado de un golpe seco contra el suelo. Violencia doméstica en toda regla. Sin embargo, al recogerlo compruebo día tras día que es más férreo que los luchadores del League of Legends. Recojo los pedazos de sueño que he dejado en la almohada y los llevo conmigo a la cocina. Mientras preparo el desayuno, imagino cómo será el día. Tengo dos opciones: o bien reconstruir ese sueño premonitorio nocturno como si de una visión del maestro Joao en un programa de videncia de DATA TEST se tratase;  o por el contrario, tomarme el café igual que ayer y del mismo modo como lo tomaré mañana. Las ocho menos veinte. Durante cuarenta minutos he echado a volar por la cocina. Mi mente se ha posado sobra la parte superior de una estantería samaritana que se apiadó del pobre polvo hace varias semanas y por –más que- pena –vagancia- he dejado yo también vivir. He dibujado ángeles y demonios sobre él como si de nieve se tratase. Tan pequeños, tan ínfimos, que no se ven a simple vista. Si fuese algodón, ya tendría bisinosis.

          Me levanto de la mesa pensando que esto no me lleva a ninguna parte. La bohemidad de fumarse un cigarro contemplando la luna se la dejé a Sabina, y las tardes de cachimba a los modernos de la facultad. A todo esto, ya me he vestido, y estoy saliendo por la puerta. Rutina y rutina tras cada escalón. Tirones, el perro de los vecinos, me espera al otro lado del rellano con esa efusividad que le viene de serie. Hoy no, que me manchas. Hubiera jurado que en el momento en el que me alejé de él, su cara se ensombrecía y lloraba. En el fondo las personas no diferimos tanto de los animales. Tirones es como aquellos que requieren de atención constante creando una fachada de egolatría que solo un ingenuo se cree. Pero como le importes, el escenario se desmorona y los actores quedan desnudos y visibles en el backstage. Sí, muy erótico todo. Pero son las ocho de la mañana. Salgo a la calle y ni siquiera una ráfaga de aire helado me golpea el rostro. El tiempo hoy está calmado, al igual que yo. Ego aparte, cuando era más pequeña consideraba que el tiempo meteorológico podría llegar a reflejar en cierto modo mi estado de ánimo, el estado de ánimo de las personas. Me doy cuenta entonces de que no tengo piedras en mi camino que saltar, que mis días serán paulatinamente tediosos… Y un embriagador pesar recorre mi alma montada en espasmos sonoros como si se tratase de la alarma de un…

          Suena el despertador. Me levanto de la cama de golpe e inicio mi ritual diario, con la salvedad de que hoy he cambiado de café. De hecho, hoy voy a tomar Cola Cao. Esta noche he tenido pesadillas. Recordaba mi antigua vida, una insulsa continuidad. Lineal. Más lineal que los discursos de nuestros presidentes. Y a la vez cíclica. Una pescadilla que se muerde la cola. Una vorágine extraña y nauseabunda en la que ya no sabía lo que era blanco y lo que era gris. Pasan los segundos, los minutos, las horas. En estos momentos me encuentro con una NIKON D3000 entre mis manos, siguiendo el trasiego de varias hormiguitas que descienden por la rama de un cerezo. Pero están desenfocadas, porque al igual que mis sueños estaban distorsionados, lo que se observa con más nitidez es la textura de la rama, el fondo de una imagen en la que muchas veces no nos fijamos, porque nos importa más el sujeto que el hecho. Intento mostrar el movimiento de las pequeñas hormiguitas de un lado a otro del árbol, ajenas a quien las intenta retratar. Así es mi vida hoy. Durante mucho tiempo puse grandes expectativas en una ciudad completamente ajena y en personas que jamás llegué a conocer de verdad. Ha llegado un punto en el que las chispas comienzan a increpar a las brasas. Voy a pisar por encima. Ahora todo es diferente, más sencillo, menos extraño. Las cosas comienzan a tomar sentido y me siento en casa. Hoy he hecho de este lugar mi hogar, cambiando de plano y de perspectiva. Hoy me siento plena.  Hoy, esta es mi casa. Esta es mi ciudad. Cuando te dan un pequeño papel en ella, cuando comienzan a confiar en ti… Más te vale cambiar de desayuno.

         Ya no me anticipo a lo que ocurrirá mañana. Ya sé que todo puede ocurrir.