jueves, 26 de noviembre de 2015

Soy más bonita por dentro que por fuera

Soy más bonita por dentro que por fuera. Creo más en mi respiración que en mi nariz. Creo más en mi mirada que en mis ojos. Más en mis besos que en mi boca. Creo en la seducción de las palabras y en la fuerza de los impulsos más recónditos. Creo más en mis manos que en los guantes que las recubren, y creo en el gélido soplo del viento amoratándolas. Creo, creo, creo.

Creo que no soy una princesa. Rapunzel, Ariel o Cenicienta. Soy mi propia heroína. Mi propia droga y mi propia salvadora.

Creo que no soy los daños colaterales de su pensamiento. Su ‘trophy wife’, su amuleto más buscado. No soy una muñeca intocable, que mantiene la cama caliente, la casa recogida y las uñas  pulcramente pintadas por si acaso hay visitas. No soy la esposa complaciente, la amante incandescente dentro del hogar y la religiosa inocente por las calles que tiene que encargarse de todos sus recados.

Por mucho que lo diga, no lo soy. No soy la culpable de su mal día, ni de sus inconvenientes para conseguir lo que quiere. No soy la culpable de ser quien soy, de ponerme enferma, de las inoportunas llamadas, de los olvidos, de la comida “mal hecha”, del llanto de los niños, de la guerra de Vietnam y de la de Siria. No soy la culpable de que pierda el Real Madrid o de que empate el Barcelona y pierda la quiniela por culpa del Valencia.

No soy la culpable de que me miren, de que me digan ‘bonita’, de que sienta el dolor de sus golpes y la fiereza de sus palabras. No soy culpable de tener sueños por cumplir. No soy culpable de no mantener el corrupto silencio durante toda mi vida.

Me llamo Laura, pero podría llamarme Sara, Mónica, María José o Isabel. Y hoy me he dado cuenta de que no tengo por qué tener miedo, porque el mundo nos apoya. Porque hoy no es 25N, pero siempre es un buen día para gritar, rebelarse y volverse a maquillar.


Hoy ya no soy su ruina, pero sí mi salvación. 

miércoles, 12 de agosto de 2015

Ahora que pasan las Perseidas

Dos estrellas fugaces por minuto. Una noche mágica la de este 12 de agosto.

En estos momentos la Tierra atraviesa una nube de polvo, restos del cometa Swift-Tuttle, que salpican la oscuridad de un cielo en el que la luna prácticamente se ha escondido para ceder el protagonismo a otros. No es la lluvia de estrellas más espectacular, pero sí la que más ojos atrae. Tal vez sea por las vacaciones estivales, o por el éxodo de las ciudades, tal vez. La cuestión es que esta noche, en estos precisos momentos, hay millones de ojos puestos en pequeñas rocas que nada tienen de especial, hasta que al adentrarse en la atmósfera a 59 kilómetros por segundo... Brillan. Y se convierten, aunque solo sea por un instante...

En estrellas.

Para después desaparecer.

Y dejar paso a otras.

Sin embargo, las Perseidas no se verán siempre. Por eso, tanto el pequeño Mikel, en su pueblo de Bilbao; como el anciano Aurelio, en Zamora; Diego, en castellón; Alma, en Ciudad Real, Olga, en Alicante, Montaña, en Badajoz; Antonio, en Jaen; Manuel, en Lanzarote; Carlos, en Mallorca; Alejandro, en Gijón; o Antía en Lugo... Aprovechan para contemplarlas mientras deslizan sus párpados lentamente hacia el infinito y con una intensidad en la mirada que no se consigue durante el aciago día, piden sus deseos.

Muchos pedirán por quienes ya no están.

Otros, por los que continúan de cuerpo presente, pero a kilómetros de distancia.

El resto, por aquellos a los que tienen cerca. Pero todos pedirán por los demás, por lo que aún no han conseguido, o por sí mismos y por lo que ansían, por lo que necesitan, por lo que añoran.

Ninguno pensará, que pese a ser uno de los espectáculos más bellos que la naturaleza nos regala sin pedirle nada a cambio... Las Perseidas solo son atisbos de luz en plena oscuridad que terminan volatilizándose, al igual que muchos de los deseos que se han llevado consigo estas estrellas.

Habrá quienes deseen la felicidad, algo tan abstracto y tan amplio, que pone los pelos de punta, sin llegar a pensar en que todo es mucho más sencillo de lo que parece y que la felicidad se encuentra en cada pequeño gesto de las mañanas, un "buenos días" a primera hora, una sonrisa incansable en el rostro, un gracias por aquello a lo que no llegamos, y un por favor que ralentice el ritmo de nuestro ego.

Otros desearán encontrar a la persona ideal, aquella que no les reste ni les divida. Aquella que no les complemente, aquella que no les sume. Una persona que les multiplique, les eleve, les haga ver todo desde una altura tan elevada, que la perspectiva permita dejar de contemplar solamente el propio ombligo. En cambio, continuarán utilizando a sus potenciales almas gemelas como esbirros sexuales, y traficarán con lo poco que les quede por sentir. Desearán ser queridos, pero ellos mismos no se querrán.

Y gran parte ansiarán todo lo material que la vida no les ha otorgado. Algunos, lo básico por necesidad. Otros, mucho más de lo que sus brazos puedan albergar. Esos últimos, jamás estarán contentos, porque el problema no es lo que tengan, que puede llegar a ser una cantidad de elementos bastante abultada. El problema es que sus brazos no son infinitamente largos, su cuerpo, su vida, no serán suficientes para saciar sus posesivas ansias de materiales. Y cuando no puedan controlar su locura, buscarán almas a las que poseer.

Muchos deseos se entrecruzan esta noche en el cielo, como una red de carreteras entretejida con la precisión de una aguja. Muchos deseos llevarán a otros, y a una incontenible frustración por no lograr algo en lo que no hemos puesto nuestras manos, tan solo la mirada.

¿Sabes, Guille? Algún día me gustaría que mirases a las estrellas como lo que son: fuentes de inspiración para poder mover tus manos, belleza ante los ojos que aparece y después se va. Sé que algún día tendrás la fortaleza y la valentía necesarias para conseguir lo que te propongas por muchas cosas incontrolables que nos azoten. Recuerda, que todo depende de encontrar la perspectiva adecuada, de no dejar de preguntarte los porqués de las cosas aunque la vida y las personas sigan perdiendo el sentido. En permanecer inmutable fijándote en cada gesto, cada palabra, con cada uno de los sentidos puesto en lo que te rodea, aunque todo te intente dañar. Ocúpate, y deja que otros se preocupen. Inspírate. Y equivócate, pero pon toda tu atención en lo que has hecho mal, y en el segundo intento, trata de evitarlo.

Y cuando algo salga mal, solo sé como tú eres: resolutivo. Encuentra una solución, por muy disparatada que sea, y aplícala. Pero no digas nada desde que el problema surge y hasta que tomes la decisión. Solo hazlo.

Porque las Perseidas son preciosas, pequeño. Pero no van a estar ahí siempre.

Algún día, tú serás tu propia estrella, hijo mío.







Tal vez, algún día ilumines otros caminos.