lunes, 3 de octubre de 2011

Alegoría de un sueño

¿Qué es un cuento? Una ficción. Una reiterada patraña para que un pequeño esbozo de lo que un día será un hombre aprenda el valor de algo que ni siquiera tiene sentido ya. De algo que en este tiempo no existe. ¿Una fábula? Ficciones ignominiosas que pierden credibilidad a cada traspié con la vida. Por qué, por qué, por qué no se cumplen, se preguntaba. Porque vivimos en una banal superficialidad que nos arrastra, como el mar hacia sus entrañas. Mientras tanto, el agua sigue deslizándose entre mis tobillos descalzos. La arena había conseguido absorber mis pequeños pies bajo ella, ocultándolos como si de raíces se tratase. Tratando de parecerse a su hermana la tierra, capaz de transformar todo cuanto en ello reposaba en vida pura. Varias algas serpentean no muy lejos de allí, deseosas de poder atarse a cualquier tobillo y recorrer el mundo en sus pies. Fábula. Todo se despierta a mi alrededor. Pequeños sueños entrelazados que buscan tomar sentido. Alguien dijo una vez que somos protagonistas de nuestra propia vida. ¿Es entonces la vida una película, un sueño, una ilusión, un cuento? Con qué derecho damos nombre a algo tan desconocido… Con qué derecho pretendemos idealizar algo que nosotros mismos destruímos…

Por fin he abierto los ojos. Ya no veo el mar, pero el gotelé de las paredes blancas quiere transformarse en copos de nieve. Y lo logra. Ahora soy una ermitaña en un bosque helado de algún punto de Escandinavia. Miro a mi alrededor. Desolación. ¿O no? He podido cambiar este cuartucho por una maravilla que me hubiese costado varios meses de trabajo permitirme. Aquellos que dicen que no pueden volar es porque ni siquiera lo han intentado. Es fácil transformar la vida en un cuento, porque para mí cuento significa imaginación, libertad. Abrir los ojos, y descubrir que de todo aquello ha quedado un poso que incita a vivir con más ganas, a sentir. A no tener miedo por preguntar ni por decir a gritos lo que llevo varios meses callando. O tal vez años.

Salir a la calle y darse cuenta de que la jungla es para los salvajes. Realmente la sociedad es más mansa de lo que aparenta. Pequeños leones amaestrados que pretendemos despuntar mientras recaemos en la cotidianidad. Transgredir no es cambiar el vestir, transgredir es dejar que tu voz fluya.

Por fin abro los ojos. Me ha dado un vuelco el corazón. Dentro de esta torre alada, dentro de esta prisión sagrada, escucho mi voz hablando sobre algo que no puedo llegar a escuchar. Lentamente me dirijo a la ventana. Sendos barrotes acaparan la pequeña cavidad por la que tal vez podría ver a mi amado en un caballo alado cruzando el sendero central. Esperando que le arroje mi larga cabellera para venir a rescatar lo poco que queda de mi azorada alma. Pero el príncipe encantado no llegará nunca. Me doy la vuelta y con un suspiro regreso al lecho en el que he descansado los últimos 20 años. Mi príncipe soy yo. ¿Egocentrismo? No. Simplemente soy una de tantas almas que un día decidió encerrarse en sí misma. Solo yo puedo salvarme. Pero abandoné a mi caballo en el bosque y dejé que la princesa se consumiese en su tediosa espera. Un día elegí. Y opté por el camino sencillo. Y ahora no hay marcha atrás. El príncipe vaga por el bosque en busca de alimento, mientras se siente desfallecer. La princesa se ahoga en silencio entre sus sábanas de seda. Tal vez un día las letras perdonen la cabezonería de las ciencias. Tal vez un día las ciencias comprendan la verídica utilidad de las letras. Tal vez un día al corazón le dé por llamar al timbre a la razón. Tal vez algún día la razón quiera bloquear sus recelos e interesarse por ese órgano desfigurado que quiso gritar. Tal vez. Pero solo tal vez, porque esto es un cuento moderno, y yo solo soy una pequeña niña que un día quiso cerrar los ojos e… imaginar.

1 comentario:

  1. Aquellos que dicen que no pueden volar es porque ni siquiera lo han intentado.
    Esto si es bueno.

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