Las mujeres somos como animales.
Recorremos todo el camino, toda
la vida, buscando a nuestro príncipe azul. Y hasta que llegamos a él –situación
que se da en una de cada mil parejas-, nos hemos tropezado por el camino con un
centenar de piedras. Marcamos en nuestro mapa vital un único objetivo:
encontrar a aquel que nos ame más que a nada que pise este puto suelo. Y
créanme, habrán conocido muchas mujeres de talante desgarbado, ciertos aires de
hipocresía y algunas dosis de indiferencia basadas en su atractivo físico, o
simplemente en su ambiguo ego. Sin embargo, todas ellas, todas nosotras,
tenemos el mismo objetivo marcado en nuestro guion vital: encontrar a aquella
persona con la que poder degustar un domingo por la tarde, que nos acompañe en
los momentos de flaqueza, que nos haga sentir la más especial del mundo aunque
estemos rodeadas de mujeres igualmente bellas…
Nos enseñan a ser princesas.
A amar y ser amadas.
A enamorarnos.
A ser altaneras, creídas, guapas e intocables.
A pintarnos las uñas, comprarnos ropa y estar perfectas para nuestro
chulazo.
A conducir.
A salir un día por la noche y tener que encontrar unos bonitos
pantalones a los que arrimarse.
A tener coche y a corrernos las mejores fiestas.
A sacar morro en las fotos.
A meter relleno en el sostén y unir los codos para subir y tensar pecho.
A arrugar la frente en las fotos.
A ponernos pestañas postizas, a
cambiar el color de nuestros ojos.
A maquillarnos hasta para salir a correr.
A querer tener unas medidas de 120-55-90.
A beber.
A fumar.
A tener unas Carrera distintas cada verano.
A comprar el último modelito de Zara y a llamar
a la vecina zorra por vestir tal y como lo hicimos nosotras anoche.
A tener mil amigos y ninguno real.
A trabajar en la noche.
A vestir corto.
A estar morenas todo el año.
A ser copias mal hechas unas de otras.
¿Por qué no empezamos a cortarnos la melena
cuando nos apetece sin llorar por el pelo perdido? A leer los periódicos, a
interpretar la vida, a movernos en el mundo real... y dejar el maquillaje para
los cuadros. Este mundo necesita más mujeres BRILLANTES y menos 'princesas' de
chichinabo.
Porque en este puto mundo, lo
único que importa es no estar sola. Y lo que no llegamos a entender es que
teniéndonos a nosotras mismas, jamás estaremos solas. Confiando en otros, sí.
Ana
Ana
Buenisimo
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