Amanece en Angry Land.
Las primeras luces se infiltran
en la habitación, discretas y mudas, a través de los cristales del ventanal, reverberan
en el espejo de la habitación, y terminan sumiéndose en los cabellos de una
mujer que postrada, dormita plácidamente. De no ser por el sonido de su
respiración entrecortada, podría asegurar que está muerta. De vez en cuando se
mueve, girando sobre sí misma entre unas sábanas de algodón color caoba que
ahora mismo se deslizan peligrosamente hacia el precipicio de la cama. Sus pies
sobresalen varios centímetros del colchón, esperando que las zarpas de ese
monstruo infantil con el que tanto soñaba, se la lleven consigo hacia los bajos
más oscuros de la cama. La máscara de pestañas corrida por sus mejillas desvela
lágrimas secas que un día expresaron dolor. Hoy tan solo desesperanza.

Nunca supo aceptarse.
Nunca se amó, ni se dirigió una palabra de afecto. Y terminó sobre un somier desgastado
en una habitación vacía. Tirada y tarada. Sin planes de futuro ni mayores
picardías. Abandonó su alma junto a un frasquito de cristal en lo alto de la
cómoda, se desprendió de todos sus recuerdos y regresó a su mundo de la Nada. Terminó
siendo lo que nunca quiso ser, un cuerpo vacío en el escombro de una vida.
Oh no, I never
meant to do you harm ...
Anochece en Angry Land. Las luces artificiales de la ciudad han
reemplazado a la cálida luna, que esta noche no saldrá. El reproductor se ha
apagado y la habitación ha enmudecido. Ya no se escucha suspiro alguno ni
respiración. Musarañas invisibles comienzan a tejer sus telas alrededor de un
cuerpo que sin vida, se extiende a lo largo de una cama. Las sábanas reposan en
el suelo. Han sabido bajar a tiempo de un tren que ha terminado descarrilando. Tan
solo un último movimiento perturba el sosiego de aquella habitación.
Un osado bote de
pastillas se desliza entre unos dedos que un día tuvieron una mejilla a la que
acariciar. Mientras se desploma por el suelo todo su contenido, una sonrisa
desgastada se dibuja en un rostro que jamás perdió la esperanza de volverse a
encontrar… Hasta exhalar su último suspiro.
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