Son las seis de la mañana. Mis pies tiritan, pero no tengo frío. Mi garganta llora. Pero no hay dolor. En mi cerebro reverberan los recuerdos del convulso día que se resiste a ir. Guarda diminutos fotogramas con rostros rebosantes de alegría y juventud. Imágenes conexas e inconexas que a estas horas se entremezclan en mis tejidos estimuladas por el decreciente alcohol en sangre. Recuerdo todo lo vivido, reseteo en un instante. Recuerdo, siempre me ha fascinado la profundidad de ese término. Ya no son palabras, son pozos de vida.
Cinco, diez minutos. No soy capaz de escribir.
En ocasiones pienso que solo soy capaz de llorar. De felicidad y tristeza. Formas de emoción al fin y al cabo. Si con mis lágrimas fuese capaz de dibujar formas, de pintar bellos cuadros, tal vez sería una pintura marina de Aivazovsky.
Tengo un nudo ballestrinque en la garganta. Qué útil es tener un cuadro colgado en la habitación con la tipología de enredos vocales que puedo llegar a padecer. No lo veo, pero lo siento, como lo siento todo. Como sentí aquel estallido de fascinación durante la mañana en el auditorio, saboreando el color del buen trabajo. Disfrutando de las risas, respirando con los aplausos, vibrando con las miradas. A esto se ciñe la gasolina de mi esencia.
Foto vía @fcomsalamanca |
Son las siete de la mañana. He llenado la camisa de maquillaje. Me siento en el alféizar de la ventana y compruebo cómo el mundo se pone en marcha de nuevo. No he podido evitar ponerme a llorar, la plañidera de mi vida. En cada una de mis lágrimas se reflejan los rostros de todos aquellos con los que tengo la suerte de compartir mi vida, y con los que no, aunque conozco su nombre completo. Y su historia. Es la magia de las redes sociales 1.0. La magia de vivir.
Son las nueve de la noche.
Hoy me considero la persona más afortunada del mundo por mandar al carajo los prejuicios. Por guardar en el bolsillo de atrás mis problemas y seguir caminando. Por relacionarme y poder descubrir cómo son las personas más allá de una imagen virtual. Por haber sido capaz de evitar malentendidos y tener el valor de dirigirme a quien parece dañino de frente, quitando la máscara de la apariencia y descubriendo que su rostro es más bonito que las noches lluviosas. No estoy borracha. Estoy loca. Es el día más bonito para vivir. Es la vida más bonita para hacer locuras. Loca, loca y hormonada. Eso soy. El genio Bukowski lo dijo: ‘Alguna gente no enloquece nunca. Qué vida verdaderamente horrible deben tener’.
Estoy orgullosa de mi vida. De comunicar. Y de tener el honor de poder compartir la profesión con quien la comparto. GRACIAS.
Ana
Precioso
ResponderEliminarOjalá algún día pueda plasmar las cosas con tanta magia y tanta belleza. Eres increíble, en serio. Me he emocionado leyéndolo. No dejes nunca de escribir, por favor.
ResponderEliminarUn admirador.
De lo mejor que he leido en un blog ultimamente. Me ha encantado Ana.
ResponderEliminarPuede que mucha gente te diga eso de que estas loca, pero no estas sola. A tu alrededor hay mucha gente que te aprecia como eres y que sabe lo que sientes :-)
Increíble...
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