miércoles, 10 de julio de 2013

Siete días en la radio



Cierro los ojos. Abro.
Son las nueve y cinco. 


Me pongo en marcha. Hace apenas dos minutos abandoné ese lugar, que a partir de ahora y en los próximos dos meses, se convertirá en mi segundo –o tal vez- primer hogar. Tan solo llevo escasos siete días en la radio. Y me resulta tan fascinante que de solo pensar en sus cinco letras, me inspiro lo suficiente como para caminar por la calle hablándole a una grabadora. Espero no tropezar. 

Hago balance de siete días intensos. El primero, nos recibió trémulos, impacientes y un tanto inútiles, cosa que se ratificó el día después, cuando no salió todo como nos hubiera gustado. Sin embargo, las correcciones resultaron ser mucho mejores que cualquier falacia que elogiara un trabajo mal hecho. El tercer día resucitó la chispa de volver a intentarlo, y aunque en esta ocasión los temas eran con diferencia, mucho más sencillos, pusimos todo nuestro empeño. Dicen por ahí que no se puede empezar la casa por el tejado. Una vez colocados los primeros andamios, continuamos el resto de días intentando pensar como periodistas profesionales, recordando lo realizado en prácticas pasadas e intentando retener nombres, caras, y sobre todo, los consejos que poco a poco nos ayudaran a discernir mejor sobre las ideas principales que debemos extraer de las noticias. Mucha gente menosprecia el trabajo de un periodista, sin saber que este, es al fin y al cabo un artesano de las palabras, que lima y pule cien mil ideas para intentar ofrecer a su parroquiano oyente o lector, lo que pueda resultarle más útil de la forma más clara posible. Sin embargo, el periodista ha de ser aún más intrépido que el artesano, puesto que su fruto perdura menos que el del segundo. 

Siete días pueden parecer muy pocos, pero son más de los que muchas personas se podrían permitir. Siete días en los que hemos retenido pequeñas pinceladas que nos ayuden a retocar mejor nuestras pequeñas perlas. Siete días en los que nos han recibido con los brazos abiertos personas  a las que te gustaría dar un abrazo en el momento más inesperado, o con las que te apetece intercambiar una sonrisa aunque se eche el agua al cuello y tengas que entrar en medio minuto en el estudio. Siete días en los que hemos visto humanidad, pasión y esfuerzo. Siete días en los que nos hemos empapado de ese ambiente, y en los que ir al estudio ha sido algo más que un trabajo, que una ocupación, ha sido la esencia de nuestra vida. 

El calor es sofocante este martes. Sin embargo, es ese tipo de calor ‘pegajoso’ que dirían algunos, típico de lugares abiertos al mar. Y al salir del estudio y respirar profundamente en medio de ese calor no puedo pensar en otra cosa que en la felicidad que me embriaga. Seguramente queden días malos, días peores. Pero al fin y al cabo así es una historia de amor, y siento que nuestra historia de amor con la radio recién empieza. Estas palabras no serán las últimas que te dedique. Pasarán más de treinta días y volveré a pensar en ti. Como pienso en ti cada día. Pero ese día volveré a escribirte. Hoy me embriaga la felicidad más profunda, porque aunque nuestras relaciones personales sean problemáticas, todo se lleva mucho mejor con una pasión. Y la mía por ti, es incandescente. 


Me detengo.
He llegado a mi destino.
Cierro los ojos.
Nos vemos mañana. 



Ana